Muy buenas a todos.
Soy su hijo Juan Carlos, el pequeño de los hijos del Anchuroso.
Quisiera dar las gracias a la dirección de la revista Costa Tropical Información, por estas amables palabras llenas de tanto cariño y afecto. Gracias también a todas las personas, amigos y conocidos de mi padre, que habéis estado cerca de la familia en estos duros momentos. Gracias también a mis amigos que habéis estado a mi lado sin dejarme flaquear. Sinceramente GRACIAS.
Y de mi padre qué deciros, era un tío currante en su tienda y en su cortijo, y estos dos sitios que eran los que el más quería, le han dado muchos éxitos en la vida. En su tienda a tratado desde con vecinos que venían todos los días a comprar el pan hasta con el ginecólogo de la reina, pasando por amistades de las más diversas nacionalidades.
Recuerdo un día, sentado en la puerta del cortijo, dos matrimonios extranjeros que daban un paseo a caballo, los hizo pasar a tomar unas cervezas y unas tapas que por supuesto preparaba mi madre, y se quedaron alucinados solo por el gesto, finalmente resultaron ser unos catedráticos de no recuerdo bien que universidad de Inglaterra, que se empeñaron en llevarnos a mi hermano y a mi a estudiar allí.
Ese era su estilo, ser así, natural, extrovertido y se tropezaba con gente así. Por otro lado, tenía mucho carácter y era un tipo duro para sus sentimientos. Para nada quería ver sufrir a los suyos y por ellos hacia lo que hubiera que hacer. “¡No te preocupes de nada mientras yo esté aquí!” Me dijo un día donde no iban muy bien los estudios, “que no puedan ellos contigo”. A su manera me estaba diciendo que hay que echarle dos cojones a la vida.
Bueno Gordo, siempre quedará en mi recuerdo verte sentado en la esquina de tu tienda, abrazando a tus nietos, en especial el último “Gonzalito” que has visto creer desde que nació y se crió en tu casa, o sentado en la puerta de tu cortijo o hablando de pájaros que tanto te gustaba. Ah!, sí allá donde esté hay hospital, en la sala de espera no le digas a los pacientes que cambien tu receta por la del médico, como aquí algún lío armaste.
Me es muy duro que ya no estés a mi lado. Te quiero, “no se sí algún día te lo dije”.
Soy su hijo Juan Carlos, el pequeño de los hijos del Anchuroso.
Quisiera dar las gracias a la dirección de la revista Costa Tropical Información, por estas amables palabras llenas de tanto cariño y afecto. Gracias también a todas las personas, amigos y conocidos de mi padre, que habéis estado cerca de la familia en estos duros momentos. Gracias también a mis amigos que habéis estado a mi lado sin dejarme flaquear. Sinceramente GRACIAS.
Y de mi padre qué deciros, era un tío currante en su tienda y en su cortijo, y estos dos sitios que eran los que el más quería, le han dado muchos éxitos en la vida. En su tienda a tratado desde con vecinos que venían todos los días a comprar el pan hasta con el ginecólogo de la reina, pasando por amistades de las más diversas nacionalidades.
Recuerdo un día, sentado en la puerta del cortijo, dos matrimonios extranjeros que daban un paseo a caballo, los hizo pasar a tomar unas cervezas y unas tapas que por supuesto preparaba mi madre, y se quedaron alucinados solo por el gesto, finalmente resultaron ser unos catedráticos de no recuerdo bien que universidad de Inglaterra, que se empeñaron en llevarnos a mi hermano y a mi a estudiar allí.
Ese era su estilo, ser así, natural, extrovertido y se tropezaba con gente así. Por otro lado, tenía mucho carácter y era un tipo duro para sus sentimientos. Para nada quería ver sufrir a los suyos y por ellos hacia lo que hubiera que hacer. “¡No te preocupes de nada mientras yo esté aquí!” Me dijo un día donde no iban muy bien los estudios, “que no puedan ellos contigo”. A su manera me estaba diciendo que hay que echarle dos cojones a la vida.
Bueno Gordo, siempre quedará en mi recuerdo verte sentado en la esquina de tu tienda, abrazando a tus nietos, en especial el último “Gonzalito” que has visto creer desde que nació y se crió en tu casa, o sentado en la puerta de tu cortijo o hablando de pájaros que tanto te gustaba. Ah!, sí allá donde esté hay hospital, en la sala de espera no le digas a los pacientes que cambien tu receta por la del médico, como aquí algún lío armaste.
Me es muy duro que ya no estés a mi lado. Te quiero, “no se sí algún día te lo dije”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario